Noticias y Artículos de Psicopedagogía Infantil
Daniel Arbós. Barcelona
Fuente: Diario Médico
Los educadores deben ayudar a detectar trastornos del habla
El diagnóstico precoz de los trastornos del habla y el lenguaje es imprescindible para evitar posteriores problemas de aprendizaje y socialización. Para ello, es necesario que todo el entorno del niño -familiares, profesores, cuidadores- conozca los indicios de las patologías. El desarrollo del habla y el lenguaje, y por tanto el inicio de la comunicación y la socialización, se produce en los primeros años de vida.
Por ello es especialmente importante detectar y tratar cualquier trastorno en este ámbito de forma precoz -antes de los dos años-, para evitar posteriores dificultades en el aprendizaje y en las relaciones sociales."No diagnosticar un problema en la esfera del lenguaje en una edad temprana puede acarrear consecuencias de por vida", ha afirmado José Antonio Muñoz Yunta, responsable de la Unidad de Neuropediatría del Hospital del Mar, en Barcelona, y director del Curso sobre aspectos neurobiológicos del aprendizaje en niños, que ha dedicado su tercera edición a los trastornos del habla y del lenguaje.
Actualmente, los especialistas ya disponen de la metodología adecuada para detectar el autismo entre los seis meses y el primer año de vida y los trastornos específicos del lenguaje (TEL) entre el año y medio y los dos años.Detección tardíaEl problema, sin embargo, reside en que la mayoría de la población pediátrica con alguna patología de este tipo no llega a la consulta del experto hasta cumplidos los cuatro o cinco años, "una edad muy tardía que dificulta el tratamiento y reduce las posibilidades de eliminar las secuelas".Para evitar la "intolerable demora" que se produce hasta el diagnóstico, Muñoz Yunta ha abogado por la formación de maestros, educadores, psicopedagogos, cuidadores y familiares para lograr un objetivo clave: el diagnóstico precoz de unos trastornos que aíslan al niño de su entorno familiar, social y escolar. "La simple observación de la conducta del niño ya puede mostrar el indicio de ciertas patologías, por lo que es necesario entrenar a las personas que están en contacto más directo con él para que acudan al pediatra antela aparición de cualquier sospecha".
Así, por ejemplo, en el caso de los TEL existen predictores prelingüísticos para identificar retrasos, incapacidades o alteraciones de la comunicación y el lenguaje. La cantidad de vocalizaciones en el balbuceo y el uso de consonantes durante el balbuceo canónico, el desarrollo de la función pragmática -regulación conductual, interacción social y dirección de la atención de los demás- y el desarrollo de destrezas en el juego combinatorio y simbólico pueden ayudar a detectar un trastorno."A partir de aquí, métodos neurofisiológicos como los potenciales evocados, la polisomnografía y la magnetoencefalografía permitirán al facultativo confirmar la presencia de un trastorno y su naturaleza", ha añadido el especialista.
En caso afirmativo, la terapia se decidirá en función del trastorno concreto. En ciertos casos bastarán ejercicios psicolingüísticos específicos, pero en otros será necesaria la administración de fármacos o, incluso, una intervención quirúrgica.
Unas patologías con múltiples causasLos trastornos del lenguaje afectan a un 7 por ciento de la población infantil y tienen etiologías muy diversas. Los secundarios a un déficit instrumental son los que surgen cuando hay una alteración de los órganos corporales implicados en la producción, transmisión o recepción del lenguaje: buenos ejemplos son la sordera, el quequeo y problemas físicos en la cavidad oral, dientes y lengua, como el labio leporino.
Otras causas son las disfasias primarias, en las que muchas veces existe una base genética. Mutaciones en el gen FOXP2 y duplicaciones en otras regiones del cromosoma VII "causan alteraciones específicas del desarrollo del lenguaje y dispraxia orofacial", ha explicado Muñoz Yunta. También se han identificado diversas regiones cromosómicas que albergan genes reguladores de rasgos del lenguaje y de la capacidad de lectura.
Las disfasias secundarias son problemas del habla consecuencia de algún trastorno de las bases neurofisiológicas del lenguaje o a alguna patología específica, como el síndrome de Asperger o el de Landau Kleffner.
La depresión en la vida actual: Cuando el alma duele en el cuerpo
Los estados depresivos se expresan cada vez más con síntomas físicos, que pueden eclipsar a los emocionales
Las depresiones modernas son más "racionales", menos dramáticas
El clima de época, de competencia e individualismo favorece el aumento de esta patología
Las estadísticas dicen que la sufre alrededor del 10% de la población, pero algunos aseguran que la cifra es conservadora y que el porcentaje es mayor, y aumenta al compás de una época de enormes contrastes, donde unos se debaten por el pan de cada día y otros por mantener niveles de éxito, riqueza o poder, y esto a cualquier precio. Si bien la primera descripción clínica fue realizada por Hipócrates -quien utilizó el término melancolía (mélanos: negra; cholis: bilis) para decir que el exceso de bilis negra en el cerebro era la causa de esta enfermedad-, debieron pasar muchos años para que se comprendiera que la depresión tiene un sustrato orgánico y también predisposición genética, además de nutrirse de un clima de época que puede ayudar o no su más fácil propagación.
"Vivimos el tercer retorno de la melancolía en la cultura occidental -explica el doctor Manuel Suárez Richards, profesor titular de Psiquiatría de la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Nacional de La Plata-. El primer retorno fue el Renacimiento, el segundo el Romanticismo y sus extensiones (la cultura iberoamericana de la generación del 98 y el modernismo). Y ahora, la condición posmoderna, sería la tercera resurrección de la melancolía." Para Suárez Richards, la paradoja de vivir en sociedades que por un lado buscan el todo "sin esfuerzo" o "poner la mente en blanco" choca de bruces contra la realidad concreta: "Tanto en las comunidades ricas y seguras como en aquellas donde ha habido un maremoto económico y social -dice- se soporta menos el dolor, en primer lugar el dolor físico, y las quejas y fastidios son cada vez mayores".
La tendencia va en aumento: la Organización Mundial de la Salud (OMS) advierte que en 2020 la depresión será la segunda causa de discapacidad en todo el mundo. El factor social influye claramente. Tanto la degradación jerárquica -perder el trabajo, la posición, etc.- como el ascenso súbito pueden llevar a la depresión, en el primer caso por razones más fáciles de entender, pero en el segundo debido a que una rápida escalada económica o social pueden generar sobrecarga y sentimiento de incapacidad. Las migraciones, el aislamiento, el impacto tecnológico, el consumo de alcohol y de drogas, y una vida cotidiana donde alternan el "consumo y el relax como ausencia nirvánica de tensiones" son, según Suárez Richards, algunos de los factores que también inciden.
"Lo notorio -agrega el psiquiatra- es que hoy en día, y más silenciosamente, la depresión está absorbida por la corporalidad, es más hipocondríaca, menos dramática y más racional. Alrededor del 70% de los pacientes llega a la consulta presentando quejas y síntomas físicos (ver recuadro), en tanto que sólo poco más del 25% comunica además algún síntoma psíquico o social." Sin fronteras "La depresión ocurre en todo el mundo, en todas las clases sociales y niveles educativos, aunque algunas personas no la reconocen ni la entienden -dice el doctor Joel Raskin, médico psiquiatra de la Universidad de Toronto, Canadá-. En ciertas culturas no se habla de las emociones. En Japón, por ejemplo, nadie hablaba de depresión hace 10 años. Pero sin embargo existe la tasa de suicidios más alta del mundo." Para los especialistas, no es novedoso que la depresión esté asociada con los dolores físicos. Lo que sí es relativamente nuevo, en cambio, es el hallazgo de que las vías neuroquímicas comprometidas en la depresión son las mismas que juegan papel protagónico en la percepción subjetiva del dolor. "La disminución de dos neurotransmisores en el cerebro, la serotonina y la noradrenalina, está involucrada con la depresión -explica el doctor Raskin-. Pero a nivel de la espina dorsal, las personas con menos serotonina y noradrenalina sufren una inhibición en la percepción del dolor.
En otras palabras: si algo les duele, lo sienten más." El psiquiatra añade que solamente un tercio de los pacientes depresivos solicita tratamiento y que de éstos el 65% consulta a un médico no especialista y suele referir principalmente síntomas físicos. "Esto redunda en un enorme subdiagnóstico y en tratamientos no adecuados -dice Raskin-, ya que no siempre el médico sabe que lo que tiene su paciente que llega quejándose de dolores y molestias es en realidad una depresión." Por otra parte, los estados depresivos se traducen en ansiedad, agresión o irritabilidad. "Depresión no es un buen nombre -agrega Raskin-. Muchos no están deprimidos sino ansiosos, o preocupados por todo. Algunos se sienten culpables o inútiles. Otros no sienten nada. O pierden el interés por las sensaciones agradables y en cambio sienten más lo negativo.
Sienten que «algo» les está faltando." Según Raskin, es posible que un psiquiatra entrenado diferencie con bastante certeza alguien deprimido de otra persona que está simplemente triste o abatida. "En el futuro habrá tests para hacer diagnósticos -dice-, pero por ahora podemos ver claramente que mientras una persona triste puede percibir algo bueno a pesar de su estado, el deprimido ve todo igual. Además, hay pérdida de la gestualidad, cambios en la conducta sexual, el apetito, la interacción social... Y síntomas físicos que seguramente pasarían inadvertidos si la persona no estuviera deprimida." Raskin afirma que es normal que todos estemos tristes o tengamos cambios de humor, pero que cuando esos estados persisten largo tiempo la persona adquiere una "forma depresiva de pensar", que hace que le parezca normal aquello de ver el vaso medio vacío en lugar de medio lleno. "
Por eso un tratamiento demanda el uso de medicación antidepresiva que contemple tanto los síntomas psíquicos como las manifestaciones físicas del cuadro, pero también necesita de una buena terapia y de una familia o grupo contenedor que realmente esté cerca del paciente -concluye el doctor Joel Raskin-
Y ésto, cuanto antes mejor: no hay depresión más difícil de tratar que la que lleva mucho tiempo instalada."
Por Gabriela Navarra De la Redacción de LA NACION
FUENTE: MANUEL SUAREZ RICHARDS
Link corto: http://www.lanacion.com.ar/723794
http://www.revneurol.com/indice.asp
ÌNDICE DE ARTÍCULOS
Trastornos del control de los impulsos en la infancia y adolescencia.
FUENTE: AULA MÉDICA PSIQUIATRÍA. 2002;(3)F. J. San Sebastián Cabasés.
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[artículo original] [22/4/2002]
ResumenLos trastornos del control de los impulsos, en sentido amplio, son entidades muy frecuentes en la infancia y adolescencia. La CIE-10 define los trastornos del control de los impulsos (TCI) como “ciertos trastornos del comportamiento que no son clasificables en otros apartados”, lo cual le atribuye a este grupo una categoría residual, o de exclusión. Para la DSM-IV, lo que subyace en los TCI es un “fracaso en resistir el impulso, deseo o tentativa de llevar a cabo algún acto que es dañino para el propio individuo o para los demás, pudiendo existir o no una resistencia consciente a este impulso. El acto puede ser premeditado o no” En sentido amplio, pues, los trastornos de los hábitos y del control de los impulsos abarcarían muchas más entidades que las recogidas en este tema de la CIE-10 y DSM-IV, y de hecho se especifica en la definición inicial de la OMS que “por convención se excluyen de este apartado los trastornos de consumo de alcohol u otras sustancias psicotropas, los trastornos de impulsos y hábitos que afectan al comportamiento sexual y a la conducta alimentaria”. También especifica la CIE-10 que “se agrupan juntos debido a las grandes semejanzas descriptivas”. Debe añadirse que las semejanzas probablemente no son tan sólo descriptivas, sino también fenomenológicas y etiopatogénicas. Para acceder al texto completo es necesario suscribirse en la revista: www.grupoaulamedica.com/web/archivos_rojo/revistas1.cfm?idPublicacion=28
Según tres estudios en chicos que publica hoy una revista científica norteamericana
Ver mucha TV no ayuda al éxito escolar
Los acostumbrados a mirar antes de los tres años y los que tienen un aparato en la pieza rinden menos
Además, aquellos menos expuestos durante la niñez tienen más posibilidades de terminar la universidad
Lo prudente es que no dediquen a la televisión más de una o dos horas diarias
STANFORD Y CHICAGO (Estados Unidos).- ¿Quiere mejorar las notas de su hijo? Podría empezar sacando la televisión -que seguramente tiene un lugar de honor- del cuarto del pequeño y enchufando una computadora.
Tres nuevos estudios que se publican hoy en la revista científica Archivos de Medicina Pediátrica y del Adolescente arrojan más evidencias sobre los efectos al parecer nada beneficiosos que la televisión tiene en el desarrollo cognitivo infantil.
El primero fue realizado por investigadores de la Escuela de Medicina de la Universidad de Stanford y de la Universidad Johns Hopkins. Indica que los chicos de alrededor de 9 años que tienen una TV en su habitación obtienen resultados significativamente más bajos en pruebas estandarizadas que sus compañeros que no tienen. Por el contrario, aquellos que tienen acceso a la computadora familiar obtienen mejores notas. Las diferencias persisten más allá del tiempo que los estudiantes dediquen a las tareas para el hogar. "Este estudio ofrece más evidencia de que los padres deberían sacar la TV del cuarto de los chicos o directamente no ponerla", afirmó Thomas Robinson, profesor asociado de pediatría en la Escuela de Medicina de la Universidad de Stanford. Robinson colaboró con la doctora Dina Borzekowski en el análisis del rendimiento de alrededor de 400 chicos de tercer grado a lo largo de un año en escuelas primarias del norte de California. Borzekowski trabaja en la Escuela Bloomberg de Salud Pública en la Universidad Johns Hopkins.
Ellos encontraron que el 70% que afirmaba tener una televisión en su cuarto obtenía entre siete y nueve puntos menos en las pruebas estandarizadas de matemática, lectura y lengua que sus compañeros que no tenían. Por el contrario, los que tenían acceso a la computadora hogareña obtenían entre siete y nueve puntos más. Los mejores puntajes eran para los que tenían acceso a la computadora y no tenían TV en su habitación. Estos hallazgos se mantuvieron incluso cualesquiera fueran la educación de los padres, el género del chico y la cantidad de horas que pasaban frente al aparato de TV por semana.
Sorprendentemente, los estudiantes que afirmaban ver más horas también decían pasar más horas haciendo deberes y leyendo que chicos con menos exposición.
Los científicos piensan que la explicación puede ser que los chicos que tienen TV en el cuarto duermen menos o que los padres que prohíben la TV en el cuarto pueden estar más involucrados en la educación de sus hijos. Antes de los tres años El segundo trabajo llega a la conclusión de que ver sostenidamente televisión antes de los tres años puede tener efectos adversos en el desarrollo cognitivo posterior de los chicos. Frederick J. Zimmerman y Dimitri A Christakis, de la Universidad de Washington en Seattle, analizaron datos del Estudio Longitudinal de la Juventud, que comenzó en 1986 y se realiza bianualmente en chicos nacidos en 1979. Este estudio reúne información de más de 11.000 niños e incluye evaluaciones de desarrollo y datos sobre el entorno familiar y la historia clínica.
En este caso, los investigadores analizaron datos de 1797 chicos de alrededor de seis años durante cuatro de los más recientes estudios. Compararon las notas obtenidas en un test estandarizado en matemática, lectura y comprensión de texto con el número de horas dedicadas a mirar televisión antes de los tres años, y entre los tres y los cinco. "El análisis mostró un patrón consistente de asociaciones negativas entre mirar televisión antes de los tres años y resultados cognitivos adversos a los seis o siete -informan los autores-. [...] Estas asociaciones podrían ser directa o indirectamente causales. "
"Por otro lado, sugiere que ver televisión entre los tres y los cinco años tiene un efecto beneficioso, por lo menos en reconocimiento de la lectura y memoria de corto plazo", afirman más adelante, aunque agregan que no encontraron efectos beneficiosos en matemática o comprensión de la lectura. Según este trabajo, el efecto de la televisión a una edad muy temprana varía según la edad: para chicos muy pequeños es negativo, mientras que para los preescolares podría ser positivo, al menos en algunos dominios. Efectos tardíos Un tercer trabajo se concentra en la relación que existe entre el hábito de mirar televisión en la niñez y el éxito académico en la universidad. Robert J. Hancox, de la Universidad de Otago, Dunedin, en Nueva Zelanda, condujo un estudio de largo plazo en alrededor de 1000 chicos nacidos entre 1972 y 1973. La información acerca de sus hábitos televisivos se reunió cuando tenían cinco, siete, nueve, once y trece años. Y aquella sobre su rendimiento académico, a los 26.
Las conclusiones indican que aquellos que miraban más televisión durante la niñez y la adolescencia tuvieron menos posibilidades de terminar la escuela u obtener un título universitario. "Los resultados de este estudio indican que las horas que se dedican a ver televisión durante la niñez y la adolescencia se asocian con un menor nivel educativo en la juventud -escriben los autores-. Estos efectos serían independientes de la inteligencia, el status socioeconómico familiar y los problemas de conducta en la niñez."
"Estos hallazgos muestran que el efecto general de la televisión no es beneficioso en términos de logro educativo -agregan-. Todavía resta determinar sus mecanismos, pero los hallazgos respaldan el consejo de la Academia Americana de Pediatría de limitar a una o dos horas diarias el tiempo dedicado por los chicos a ver televisión."
Fuente: LA NACION LINE
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