El 85 por ciento de los niños de seis a siete años de edad que cursa el primer grado de primaria vive con estrés durante la comida, debido a conductas familiares que desencadenan maltrato psicológico y físico en el infante, reveló una investigación emprendida por la Escuela Nacional de Trabajo Social de la UNAM.
Francisco Calzada Lemus, profesor de esa entidad, explicó que de acuerdo con dicho estudio, durante la ingesta –que debería ser un momento de socialización– hay indicios de violencia intrafamiliar, y la madre es identificada como la principal causante del ambiente de tensión y regaños, y en quien los menores observan un enojo permanente como comportamiento específico.
Al dar a conocer los resultados de la muestra, precisó que los resultados pueden tomarse como indicativos, ya que llevan a la reflexión sobre este problema y plantean una alerta a los padres, quienes en sus prácticas pueden asumir actitudes que desencadenan intimidación.
El académico expuso que se realizaron preguntas determinadas. En la referida al ambiente que se vive en casa durante la comida, el 85 por ciento refirió tensión por regaños frecuentes. En forma directa, el 49 por ciento indicó haber recibido golpes en este espacio.
Sobre las causas del correctivo, los infantes expresaron que por no consumir toda la ración, por platicar con sus hermanos, jugar, abandonar la mesa o no ingerir la sopa, detalló.
Los niños señalaron en 67 por ciento que la madre es la principal generadora de estrés durante este momento, seguido del padre, con 23 por ciento. El aspecto más rechazado fue que sean obligados a alimentarse cuando no tienen hambre o que su madre les pegue por hablar, añadió
El 23 por ciento destacó que no come antes de ingresar a la escuela, mientras que 20 por ciento no lleva refrigerio, aunque algunos menores refirieron que en su lugar sus progenitores les dan dinero o fruta, apuntó.
En 55 por ciento, los niños consideraron incorrecto el regaño durante este momento, tras indicar mayoritariamente que la madre “siempre está enojada” en esa circunstancia, expuso.
Asimismo, la muestra revela la percepción de los menores de que no se les preparan platillos de su agrado, afirmó.
Calzada Lemus opinó que los hábitos alimentarios asociados a la violencia tienen un referente más complejo, debido a que al momento de satisfacer una necesidad básica del ser humano, se atropella otra sustancial, la de un ambiente propicio para el desarrollo sano en ese entorno.
En consecuencia, dijo, se debe romper este círculo de brutalidad que se puede repetir por generaciones, por ser hábitos aprendidos en el núcleo social como una manera de “educar” a los hijos en su crecimiento.
Indicó que las reprimendas pueden traer consecuencias futuras, como el rechazo a los alimentos, porque se verá reflejado este ambiente.
En cuanto a la metodología, se aplicó la técnica de grupos focales, a efecto de registrar las respuestas inmediatas de los niños ante preguntas clave, detonadoras, previamente estudiadas, que permitieron que se expresaran libremente, aplicando a priori técnicas de integración grupal para crear un ambiente de confianza, concluyó.
Publicado en El Economista.com.mx