¿Cuidados o sobreprotección?



Sergio Muñoz Fernández*



Es por todos sabido que los niños necesitan cuidados, mismos que variarán en la estrechez y la forma, dependiendo de la edad del menor, es decir, un niño recién nacido o un bebé depende totalmente de sus padres, principalmente de la madre (o de quien hace las funciones de maternaje), sin sus cuidados se muere; un niño de seis o siete años ya no requiere de todos esos cuidados pero sí necesita apoyo para la realización de sus tareas escolares, o un adolescente necesita que los padres se den cuenta que ha crecido (y no sólo físicamente), pero a la par de los cuidados que deben de prodigarse a los hijos es importante considerar su complemento.

La necesidad de facilitar al niño ir ganando autonomía e independencia: un niño empieza a gatear a los ocho o nueve meses aproximadamente, lo que nos habla de su desarrollo motor que se conjunta a su vez con la necesidad del niño de explorar el mundo que le rodea, lo que le permite ir separándose de su madre e ir probando cada vez mayores capacidades y habilidades separado de su madre.

El empezar a caminar le proporciona al niño la oportunidad de explorar espacios más alejados y por lo tanto separarse aún más de la madre (aunque observamos que regresa para reasegurarse de su presencia como un fenómeno normal de este desarrollo psicológico), además que la posición erguida le permite mayor campo de observación y aprendizaje, lo que promueve autonomía.

En la edad escolar, el chico se encuentra ante situaciones nuevas y de alguna manera difíciles, mismas que van a poner a prueba sus capacidades de autonomía e independencia alcanzada hasta el momento, a la vez que serán fuente que contribuya a aumentar dicha autonomía y que se manifestará en ser participativo, compartir con los otros, a la vez que aprender a defenderse, e iniciarse en la libre expresión de sus ideas.

La adolescencia presentará a los chicos un enorme abanico de situaciones que favorecen aumentar y consolidar la autonomía alcanzada así como una independencia acorde a su edad, (ya que siguen funcionando como hijos y dependiendo de sus padres en algunos sentidos como son casa, escuela, y alimentación), pero que logrará gradualmente, como lo hemos venido señalando, y contribuirá al logro en su momento de una independencia definitiva.

Ahora bien, muchos padres en su preocupación por el "bienestar" de sus hijos y por su "obligación como padres" llegan a confundir el darle cuidados a su hijo, y más crecido apoyarlo. Sobreprotegerlo, situación que resulta contraria a sus deseos pues cuidados excesivos que caen en la sobreprotección promueven una incapacidad en el niño y en el adolescente para desarrollar habilidades y actividades que le conduzcan al alcance gradual de la ya mencionada autonomía y posterior independencia, por lo que esta sobreprotección los vuelve chicos inseguros, berrinchudos, dependientes y temerosos para enfrentar vicisitudes, las cuales se presentan de diferente manera a lo largo de la vida, por ejemplo: en el ingreso a la escuela un chico sobreprotegido presentará miedos y desesperación cuando es separado de la figura sobreprotectora, situación que muchas ocasiones llega a producir en él sensación de muerte por la angustia de la separación y que provoca que su estancia en la escuela sea un verdadero sufrimiento.

En niños entre los ocho y nueve años de edad podemos observar que son chicos que no saben jugar, que no respetan las reglas, que tienden frecuentemente a hacer berrinches porque no se hace lo que ellos quieren, ya que están acostumbrados a que lo que piden se les dé sin límite ni contemplación alguna.

En los adolescentes que han vivido en un medio sobreprotector, lo que observamos es que son muchachos inseguros que tienen serias dificultades para establecer relaciones de cualquier tipo, ya sea de compañerismo, amistad o de noviazgo, y esto es una consecuencia de ese desarrollo tan limitado que no le ha permitido avanzar hacia la autonomía e independencia, y lo más importante consolidar su identidad ya que están acostumbrados a que las cosas les sean resueltas por el adulto sobreprotector, persona alrededor de la cual ha girado durante toda su vida.

En síntesis, los padres debemos tener presente que muchos de los cuidados que prodigamos a nuestros hijos es una cuestión de grado, es decir, que exigen un cabal equilibrio entre cercanía, protección y demostración de afecto que no llegue a ser negligente por abandono pero tampoco invalidante por sobreprotector.

* Jefe del Departamento
de Psiquiatría y Medicina del Adolescente
Si quiere consultar a algún pediatra del cuerpo médico del Hospital Infantil de México llame al 588 9791, dónde recibirá respuesta a sus dudas.



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