Carlos Alfredo Mena Cedillos
La piel tiene, entre otras funciones, la tarea de protegernos contra las inclemencias del medio ambiente, es decir, del frío, calor, viento, polvo, radiaciones, etcétera; sin embargo, así como la carrocería de un auto que protege el motor y otras estructuras internas, se raspa, se pica, o se abolla por causas externas, también la piel puede sufrir cambios por los diversos agresores de los cuales protege a los demás órganos de nuestro cuerpo.
Como ya se mencionó arriba, el frío se cuenta como uno de estos agentes y el efecto que ocasiona con mayor frecuencia es la resequedad que se manifiesta como piel áspera, con escamas finas, se vuelve de color blanquecino o ceniciento y con comezón consecuente. Cuando es muy intenso y la piel muy delicada, puede llegar incluso a producir grietas en la piel, en ocasiones dando un cuadro llamado eccema craquelé principalmente en la cara.
Otro efecto que puede provocar el frío sobre este órgano importante, es la "piel de gallina" o piloerección, que es causada por contracción de los pequeños músculos erectores de los pelos; a diferencia de las anteriores es un cambio fugaz, que dura sólo mientras se está expuesto al frío y en los niños pequeñitos no es tan evidente por razones obvias: sus vellos no están bien desarrollados.
Cuando el frío es muy intenso es posible que la piel adquiera un tinte azul o morado, lo que se denomina cianosis; generalmente empieza por los lugares menos irrigados o con vasos muy pequeños terminales llamados capilares, como los dedos, las orejas y los labios, pero a mayor intensidad puede generalizarse a casi toda la piel.
También se dan casos de paniculitis por frío, que es una tumefacción o endurecimiento con enrojecimiento de las zonas que se expusieron, generalmente la cara; a la inclemencia, sobre cuando se combinan el frío y el viento; no es inmediato y se presenta hasta dos días después de la exposición. Parece ser más común en niños que en adultos.
La exposición crónica al frío produce también otros cambios característicos como son los sabañones, la perniosis y el pie de trinchera, pero que aquí no los discutiremos por ser poco frecuentes en los niños.
Los recién nacidos son especialmente susceptibles a los cambios de temperatura pues su sistema de regulación central es aún muy inmaduro, así como la piel, que es más delgada y no tiene una adecuada función de barrera, que incluye contener la pérdida de calorías a través de la transpiración.
¿Qué debemos hacer?
En primer lugar, debemos proteger al bebé del frío con medidas comunes, como es la ropa adecuada, calor artificial, etcétera; pero es muy importante que evitemos cambios bruscos en la temperatura.
Se recomienda disminuir los baños a uno por día, breve y con agua tibia, sin exponer al niño a cambios bruscos de temperatura. Si el frío es extremo, podemos limitar el baño simplemente a un baño de esponja en lugares clave como son axilas o región de los genitales y ano.
La ropa adecuada no debe de ser excesiva o ajustada, ya que esto, paradójicamente, puede impedir el calentamiento adecuado, además que puede traer otras consecuencias como es la miliaria o salpullido, que es la inflamación de las glándulas del sudor, a pesar del frío.
También es fundamental mantener una alimentación adecuada, que debe ser de acuerdo a la edad del niño; el aporte de calorías y el balance de las fuentes que las suministran debe ser el propuesto por su pediatra y no quiere decir que sobrealimentarlo lo protegerá mejor del frío.
Es de utilidad el cubrir con grasas el cuerpo del niño; una recomendación sería agregar aceites especiales en el agua de baño; mantener la piel lubricada se puede lograr por medio de múltiples cremas a base de cold cream, vaselina o lanolina con la frecuencia que la piel requiera, es decir, esta medida se recomienda en especial cuando ya se ha instalado un daño por el frío, en particular la resequedad y la comezón. Si el uso es como protección exclusivamente, bastará con una aplicación de vaselina al día o dos de cold cream o lanolina.
Es necesario enfatizar que las cremas deben tener únicamente efecto lubricante y no otros medicamentos que se deben evitar por ser más contraproducentes que benéficas; por ejemplo, los esteroides (betametasona, fluocinolona, hidrocortisona, etcétera) pueden facilitar que el frío agriete la piel.
Si queremos corroborar que el niño tiene temperatura corporal baja o hipotermia, es conveniente que no lo hagamos por medio de termómetros convencionales, ya que éstos están diseñados para detectar fiebre y rara vez marcan por abajo de 35°C; cuando sospechemos esta condición por palpar una piel muy fría y con color azul o morado o excesivamente pálida, debemos acudir a un centro de urgencias, especialmente donde se cuenten con servicio de Pediatría.
Jefe del Servicio de Dermatología