Debe desaparecer la idea o creencia de que la
"gordura" en los niños es sinónimo de salud, o que con
la edad reducirán de peso. Para evitar la obesidad es conveniente que
desde los primeros meses de la vida los niños adquieran un buen
hábito alimentario.
Es común que se piense que será
transitoria y tan solo una expresión del crecimiento y desarrollo del
individuo, desafortunadamente esta opinión no solo es aceptada por la
mayoría de las personas, sino por algunos médicos, que no le dan
la debida importancia cuando la detectan.
La edad de aparición en 50 por ciento
de los casos es antes de los dos años, el resto se observa en los
periodos de mayor crecimiento, particularmente en la pubertad y adolescencia.
En práctica médica
institucional como en la privada, cada día es más frecuente
enfrentarse a niños y adolescentes, que generalmente provienen de clase
media y alta.
La obesidad está asociada a 300 mil
muertes por año. Aproximadamente un 80 por ciento de los adolescentes
obesos lo seguirán siendo durante el resto de su vida, menos del cinco
por ciento de los adultos que pierden peso son capaces de mantenerse en su peso
ideal durante cinco años después del tratamiento y seis por
ciento recupera el peso perdido en los primeros seis a doce meses.
La obesidad contribuye entre otras causas a
incrementar la mortalidad por enfermedades cardiovasculares, diabetes mellitus,
alteraciones esqueléticas, hipertensión arterial,
hipercolesterolemia e inadaptación psicosocial entre las más
importantes.
¿Qué se entiende por obesidad?
¿Cuáles son las causas por la que mi hijo puede ser obeso?
¿Cómo se manifiesta la obesidad?
La creencia de los padres y de algunos
médicos de que el lactante obeso es sinónimo de salud es
falsa. Inicialmente el aumento de peso es paulatino y progresivo, los padres
están contentos porque su hijo se ve sano, después regordete y
por último gordo cuando ya sobrepasó el 20 por ciento de su peso
ideal.
Son niños por lo general pasivos,
reprimidos, tímidos, su gran apetito obedece a una actitud de escape,
comen de manera compulsiva, tienen bajo rendimiento escolar y deportivo. Su tez
rubicunda, rollizo o rechoncho.
¿Puede afectar psicológicamente
la obesidad a mi hijo?
Sí, la capacidad del niño para
discriminar entre el hambre y otras necesidades o afectos se desarrolla en la
experiencia recíproca al lado de su madre. Cuando la madre alimenta al
niño en respuesta a demandas que no son nutricionales, como ternura,
enojo o miedo, él no podrá diferenciar entre lo que es el hambre
y estar molesto. Esto provocará una sobrealimentación y la
confusión ante las demandas afectivas del niño, que no le
permitirán tener una claridad de sus necesidades, lo que generará
mayor inseguridad.
El niño y adolescente obesos muestran
poca tolerancia a las actitudes de sus compañeros y familiares en
relación con su aspecto y aceptación, muy pronto se sienten
marginados y rechazados, los insultos de sus compañeros pueden ser
destructivos.
Esta condición se exacerba en los
adolescentes en los que coincide con los cambios físicos propios de su
edad. Ser obeso o tener ligero sobrepeso, esta fuera de moda.
El cuerpo obeso puede representar una
protección, un caparazón, una barrera o una máscara como
defensa para protegerse de su inseguridad, dependencia y ansiedad.
¿Cómo puede provenir la obesidad en mi hijo?
A través de modificar los hábitos
nutricionales de la familia, principalmente en los padres, quienes a pesar de
no ser obesos deben vigilar estrechamente la alimentación de sus hijos y
limitar el consumo exagerado de alimentos. El ejemplo de qué alimentos,
cómo y cuándo es la mejor forma para educar a los hijos. Ya que
compartir los alimentos constituye una actividad social y trascendente en la
relación familia, esta oportunidad debe aprovecharse para prevenir la
obesidad infantil y evitar llegar al tratamiento que es muy complejo y
prolongado.
Alimentar adecuadamente a los niños
desde su nacimiento y durante los primeros años de vida, es la mejor
forma de impedir que aparezca la obesidad. desde los primeros meses de la vida
se identifican los sabores, se conocen los alimentos, sus texturas, se
adquieren los hábitos de alimentación, se marcan los gustos y las
preferencias por los alimentos.
Mediante la alimentación al pecho
materno (libre demanda) el niño consume lo que necesita, mientras que
con el biberón se tiende a alimentarlo de más, lo que puede ser
el inicio de la obesidad y un mal hábito.
La adecuada introducción de alimentos
diferentes de la leche materna entre los cuatro y seis meses de edad es
indispensable para prevenir la obesidad, iniciar con un solo alimentos;
ofrecerlo por dos o tres días seguidos para conocer si tolerancia; no
mezclar alimentos; no forzar su aceptación; ofrecer primero los
sólidos y después los líquidos; incrementar
progresivamente la cantidad ofrecida; promover el consumo de alimentos
naturales, prepararlos sin la adición de condimentos y especies; ofrecer
alimentos en textura adecuada para la edad, primero papillas, seguidas de
picados y trozos. Hay que recordar que la alimentación en un
hábito por lo que deberá adaptarse al horario y al menú
familiar, lo que favorece socialización y aprendizaje.
Durante los dos primeros años de vida
se genera en los niños el hábito alimentario, a través de
cómo, cuándo, dónde y con quién se come.
Reglas para la alimentación, como
horarios fijos específicos para los tiempos de comida, determinar el
lugar para el consumo de alimentos, indicar cuál es el comportamiento
que se debe tener en la mesa, promover una masticación adecuada y marcar
el tiempo disponible para el consumo de alimentos, entre otras, serán
las bases de los hábitos de alimentación.
Utilizar algunos alimentos y principalmente
las golosinas como premios no es conveniente, ya que se encuentran fuera de las
reglas, esto puede originar que el niño empiece a tener una preferencia
marcada por estos alimentos, al relacionarlos con actos y conductas que ante sus padres fueron positivos.
Ahora señalaremos
su tratamiento y la importancia de la participación de los padres en el
manejo integral del niño obeso.
¿Cómo puedo participar en el
tratamiento de la obesidad de mi hijo?
El tratamiento del paciente obeso es
multidisciplinario. Ante la sospecha de sobrepeso en su hijo debe consultar al
médico lo antes posible, quien a su vez se apoyará en el
endocrinólogo pediatra, nutriólogo, paidopsiquiatra,
gastroenterólogo pediatra y psicólogo, para manejarlo
integralmente.
Los padres debemos vigilar que el niño
al bajar de peso no presente alteraciones en su crecimiento y desarrollo, no
causarle alteraciones metabólicas, disminuir el apetito y tratar de
evitar los problemas psicológicos, objetivos todos ellos que se
persiguen durante el tratamiento.
Una forma práctica para lograrlos es a
través de los siguientes pasos:
1.- Cambiar el hábito alimentario del
niño y la familia.
2.- Dieta adecuada para su etapa de
crecimiento y desarrollo.
3.- Ejercicio y actividad física
rutinaria.
4.- Participación activa de los padres
y la familia.
1.- Educar a su hijo y modificar los
hábitos alimentarios familiares, no es tarea fácil, sin embargo
se pueden utilizar diferentes técnicas que lo harán más
sencillo, y que a continuación recomendamos:
a) Control diario. Consiste en que el
niño lleve un registro semanal del consumo de alimentos, especificando
la cantidad de cada uno de ellos, así como la actividad física
que realiza y por cuánto tiempo.
Evitar las actividades que condicionan el
consumo de alimentos fuera de los horarios de comida, como el ir de compras al
supermercado antes de haber comido, tener botanas. Consumir alimentos que por
costumbre se acompañen de otros hipercalóricos, como hamburguesas
con papas y refresco, pizzas, hot dogs y especialmente lo que se conoce como
"comida rápida". Comprometer al niño en la
observación de su dieta y actividad física, lo hará
más responsable y consciente de su problema.
b) Modificar los hábitos
dietéticos: Es la etapa más difícil de lograr, ésta
puede conseguirse al reforzar los buenos hábitos, como la
masticación, el comer despacio, disminuir la cantidad de alimentos,
balancear la dieta, evitar las golosinas, tomar agua en lugar de refrescos, no
realizar otra actividad simultánea como ver la televisión o
distraerlo con juguetes, cambiar los hábitos de toda la familia,
plantear metas semanales para evaluarlas e incrementar la actividad
física diaria.
Durante el tiempo que el niño
esté bajo un régimen dietético y acuda a un evento
infantil (fiestas, kermesse, etc.) deberá recomendarle que podrá
comer y reforzar su conducta ante cualquier circunstancia social, a
través de felicitarlo por su comportamiento y premiarlo con un
estímulo afectivo.
2.- Dieta adecuada: Bajo prescripción
médica se aportarán los requerimientos calóricos diarios
del niño, de acuerdo a su etapa de crecimiento y desarrollo. Es
conveniente sugerir los alimentos que habitualmente se consumen y
particularmente aquellos que más le agradan al niño, así
el médico podrá seleccionar de ellos aquellos que sean adecuados
para la nueva dieta.
En la medida de lo posible y de acuerdo con
su edad individualizar la dieta, fraccionarla en las comidas del día y
de preferencia con el sistema de intercambios para elegir alimentos. Recordar
que la prescripción dietética es sólo una parte del
tratamiento nutricio.
Las dietas muy bajas en calorías no
están indicadas para niños ni adolescentes, generalmente son
dietas que se emplean por periodos muy cortos y que no modifican la conducta
alimentaria, lo que tampoco se recomienda en niños. No olvidar que el
niño pertenece a un entorno social en el que la alimentación
juega un papel trascendental.
Los malos hábitos alimentarios de los
padres los aprenden los hijos, agregar sal antes de probar los alimentos usar
azúcar en exceso, condimentos, salsas y aceites, son algunos de los
ejemplos que durante las comidas del día, el niño adquiere,
inicialmente por imitación y que posteriormente repite, lo que
generará un mal hábito para su vida futura.
3.- Ejercicio rutinario.- Este favorece el
gasto de energía y contribuye a disminuir de peso. Incorporar al
niño y adolescente a la actividad física diaria es un principio
indispensable. Se recomienda que esta actividad la realice acompañado de
los padres, hermanos o amigos con una frecuencia de 3 a 5 días por
semana, iniciarlo con una duración de 15 minutos e incrementarlo hasta
una hora. Actividades como caminata, natación, ciclismo, o bien,
algún deporte de interés y diversión para el niño
como jugar futbol o patinar son siempre un ejercicio. Por otra parte, se debe
propiciar la actividad física diaria en casa, tratar de caminar
más, subir escaleras en lugar de utilizar elevador y andar en bicicleta.
Disminuir las actividades sedentarias por largos periodos, como son ver
televisión, usar la computadora y juegos de video.
4.- Participación de los padres.- Esta
es la acción más importante de todo el tratamiento. De los padres
depende en gran medida el tipo, cantidad y la preparación de los
alimentos que comerá el niño. Es muy útil modificar los
hábitos alimentarios de toda la familia, no comprar alimentos que el
niño no puede consumir, utilizar platos pequeños, ofrecer
porciones pequeñas, mantener los alimentos fuera de la vista del
niño y educar con el ejemplo.
En ocasiones los padres condicionan
indirectamente la obesidad de sus hijos, al ofrecer alimentos para distraer la
atención de los niños, les brindan golosinas en los momentos en
que están "ocupados" y no pueden atenderlos o los premian con
pasteles, dulces, chocolates y helados.
Convivir durante la alimentación del
niño, poner límites y compartir los alimentos en familia,
favorece el instituir buenos
hábitos.
"Recordar que la
alimentación es un hábito que se adquiere en el seno
familiar"
*Subdirector de Asistencia
Médica
**Supervisora de Nutrición SEP.