MI HIJO ESTÁ HOSPITALIZADO


Dr. Sergio Muñoz Fernández*


Una de las experiencias más difíciles que se pueden tener como niño y como padres es que el hijo presente una enfermedad que requiera de hospitalización, principalmente si ésta es prolongada.

Cuando nuestro hijo es hospitalizado se presentan muchas manifestaciones que deben ser tomadas en cuenta y que en muchos niños persisten aún después de haber sido dados de alta.

Desde luego hay que mencionar que estas manifestaciones van a depender de la edad del niño y su etapa de desarrollo, el nivel de inteligencia, la enfermedad, la duración de la hospitalización y las respuestas de la familia ante la misma.

En la mayor parte de los niños la característica principal es la ansiedad, relacionada con la separación de su familia, y que en ocasiones puede sentirse como la posibilidad de ser abandonado. Sin embargo no debemos olvidar que esta ansiedad es sentida también por los padres.

Otras reacciones que podemos observar en los niños hospitalizados son enojos, cambios frecuentes de estado de ánimo, inquietud y ensimismamiento que los lleva a aislarse.

Una preocupación frecuente de los padres, principalmente la madre, es: ¿cómo actuar o qué hacer cuando el chico se muestra distante o enojado con ellos? Enojo que tiene que ver con las emociones del niño al sentirse abandonado por los padres en los momentos que ellos tienen que retirarse para comer, bañarse, cambiarse, o bien para atender a los otros hijos cuando es una familia numerosa. Ante esto, un manejo oportuno es tratar de tolerar y contener este tipo de reacciones, ya que hay ocasiones en que la mamá se desconcierta al observarlas y no sabe como actuar, por lo que a veces se molesta y como respuesta puede incurrir en amenazas relacionadas con el abandono, "si sigues así me voy a ir"; o bien, de maniobras médicas que no ocurrirán en breve, "si sigues así voy a llamar al doctor o a la enfermera para que te inyecte".

Por otra parte, mencionamos al principio la importancia que tiene la edad en el niño cuando es hospitalizado, ya que no es lo mismo a los 1, 2 ó 3 años que un escolar de 8 ó 9 años; en los primeros generalmente se aprecia inquietud, llanto y desesperación; mientras que en los segundos, si bien también hay inquietud además hay una sensación de pérdida de los propios impulsos que ha logrado alcanzar en el transcurso de su desarrollo, sobre todo cuando tiene que renunciar a la posesión de su cuerpo y tiene que permitir que se le maneje, se le vista y se le desvista, se le alimente, se le limpie y lave, además de tener que ser ayudado para orinar o evacuar.

En otras palabras, está sujeto a una rutina higiénica y a órdenes que se salen de su control y lo llevan a tener la sensación de "ser tratado como bebé", teniendo que entender que esto en muchos casos puede provocar que se tornen en pacientes un tanto difíciles para el trato, por lo que en estos casos lo que es aconsejable para mamá y para el personal médico y de enfermería es permitirle al niño, en cuanto pueda, asimilar el control de su cuerpo y dejar que él se asee, cambie y coma solo.

Esto cobra una gran importancia en un grupo de pacientes muy especial, los adolescentes hospitalizados, por muchas razones, principalmente por los cambios que se van operando en sus cuerpos y, por lo tanto, tiene la urgencia de tomar el control para mantener la privacidad de éste. Además tenemos que entender que el adolescente tiene la particularidad de estar como en "la tierra de nadie", ya que ni es adulto ni es niño y esto lo lleva a desubicarse.

 

Otro aspecto que hay que considerar en todo esto es, cuál es el efecto de la enfermedad en el niño y en la familia, desde luego esto va a depender en primer lugar de cuál es la enfermedad, si pone en riesgo la vida del niño o no, y en función de esto determinar si la hospitalización será de corta, mediana y larga estancia, en este punto nos corresponde a los médicos dar una información lo más clara posible que ayude a disminuir el miedo y la ansiedad del niño, del adolescente y los padres, ya que todos están muy preocupados por lo inesperado y lo que les es desconocido y, sobre todo, que los lleva a elaborar una gran cantidad de fantasías.

Cuando se trata de padecimientos crónicos y que amerita varias hospitalizaciones y tratamientos prolongados y dolorosos, que además puedan alterar la imagen corporal con reacciones secundarias a los tratamientos médicos, en estos casos es fundamental contemplar el apoyo psiquiátrico y psicológico del paciente y de su familia, como una forma de disminuir la ansiedad que provoca este tipo de padecimientos.

Es indudable que en la actualidad hay un entendimiento más claro en relación a lo que implica una hospitalización en un niño y en un adolescente, lo que puede sentir, sufrir y expresar y que en conjunto los padres y los médicos debemos estar alertas para hacerle menos difícil su internamiento y de esta manera evitar que se convierta en un trauma y que de alguna manera pueda llegar a ser una experiencia enriquecedora, educativa y de madurez.


* Jefe del Departamento de Psiquiatría y Medicina del Adolescente
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